Una parte de
cada vida, y aún de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser,
los puntos de partida, las fuentes. -
Marguerite
Yourcenar
RECETA
Requisitos
Ingredientes: dos mujeres, un hombre y aderezos
Utensilios: Una casa y algo para revolver
Tiempo de preparación: unos años
Tiempo de cocción: un rato
Grado de dificultad: fácil, muy sencillo de conseguir
Preparación
Se elige una mujer joven, seductora, locuaz, vital y
creadora; felizmente casada, amante de su hogar, de su marido y de todo lo que han logrado
juntos. Se introduce en la casa y se reserva.
Se opta ahora por otra mujer no tan joven, ni tan
seductora, tímida porque tartamudea (o tartamudea porque es tímida), viuda, sola y
anhelante de la compañía que el resto posee. Se adereza con una pizca de coraje y otra
de determinación y se reserva aparte.
Después se selecciona al hombre. Optamos por uno mediano,
gris o marrón, sincero a primera vista, de poco ánimo y con oficio rutinario, aunque en
realidad vale cualquiera con un mínimo de calidad organoléptica. Se sazona, si es
necesario, con un poco de credulidad y se introduce en la casa, junto a la primera mujer.
Escanciamos dentro un buen chorro de cotidianidad que
impregne el contenido y lo dejamos macerar durante un tiempo (varios años).
Cocción
Cuando ha transcurrido la maceración se arrima la casa al
calor y se mantiene a fuego lento, dando vueltas para que no se peguen los ingredientes,
hasta que la pareja se deshace. Cuando la mezcla toma el aspecto de un espeso engrudo, se
introduce la mujer que teníamos en reserva y se pone el contenido a fuego vivo para que
hierva, sin olvidar revolver con fuerza hasta que todo quede hecho una pasta uniforme.
Entonces se retira de la lumbre y se vierte el contenido en
una fuente limpia para que se enfríe y endurezca.
Después se corta en pedacitos y se sirve frío, salpicado
de risas que contrasten el sabor.
¡Buen provecho! |